Artículo 1.
Las personas nacen libres
¡e iguales!
Nosotras. Personas.
Tú y yo. Iguales.
¿Iguales? ¿Distintas?
En dignidad y derechos
La dignidad. Nacer. Salir al mundo desde el pozo materno
envuelta en dignidad
Exigir. No clamar.
Exigir la dignidad que nos arrebataron.
Y si nacimos dignas/dignos
¿quién se quedó con ella?
Ella y su nombre se han desplazado a plazas
calles esquinas oscuras esquinas luminosas
esquinas mojadas gaseadas enmascaradas
esquinas encapuchadas
ante el asombro de los dignos” y “dignas”
que estiran el cuello enseñando sus dientes
y, siseando como reptil, amenazan castigan
¿Por qué no saben, no entienden lo que es la dignidad?
Dignidad fue lo que alcanzamos –alcanzó el pueblo–
en los tres años del gobierno popular,
hace ya medio siglo.
¿Qué nos arrebataron?
La dignidad, la esperanza
dejándonos lo (in) digno
(No tengo para comer
Para sanar descansar
No tengo cómo ampliar mi entendimiento
No tengo cómo desarrollar mis dones,
inquietudes.
No tenemos defensa (nos discriminan,
manosean, nos violan, nos matan)
Amadas Amados todes.
Desconfiemos del lenguaje sibilino
Abramos paso a la lengua de las comunidades.
Aprendamos unos de otras
Confiemos en quienes queremos cambios
Tejamos, bordemos un relato digno
y hagámoslo entender a las de cuello largo y lengua viperina
a los de seso corto.
Queremos la dignidad inserta en cada artículo.
La igualdad, ante el derecho, viene con ella.
El primer artículo de la Constitución de tapa azul oscuro escrita por Baraona-Sainz, Barros-Bourie, Colombo- Cambell, Etcheverry-Orthusteguy, García-Barzelatto, Gómez- Balmaceda, Infante-Caffi (et.al.) no nombra la palabra Justicia. [LM5]
Cambiemos el artículo y escribamos JUSTICIA
en la primera línea en la primera página
Ese es nuestro deseo Nuestro requerimiento
¿Deseamos paz?
Difícilmente habrá paz, quizá solo apaciguamiento
hasta que ustedes, quienes se arrogan el “orden”,
entiendan lo esencial de las palabras,
la inmensidad de lo que va tras ellas,
bajo ellas
las palabras no son inocentes
la palabra Paz carga un peso profundo
y antiguo
Atentas señoras de la lengua siseante
Atentos señores sibilinos,
Enseñaremos a leer
a descifrar
a confiar y desconfiar del lenguaje
Aprenderemos de quienes tienen otro lenguaje,
porque ustedes -desde su pequeñez,
les restaron la palabra
y el poder encerrado en la palabra–
Ellos, ellas bailan con otro ritmo
cantan con otro tono, otro color,
no solo el de las piedras, del fuego
del escudo, la honda
También el del cuidado mutuo
del agua fresca y la comida gratis.
Hay otro fraseo ahí, otro deseo, otra fuerza.
Señoras de cuello largo y lengua sibilina,
Señores de seso corto,
Si no abren los ojos, los oídos
AHORA
no será bueno lo que viene.
Y no es tan difícil Abrir Abrir
Más allá de sus engorrosos cálculos,
de su grosera codicia,
de su poder violento y subterráneo
(reprimiendo mutilando violando matando)
Vean, escuchen
lo que la “gente quiere”
-lo que quiere decir, lo que quiere obtener,
cómo quiere vivir-
y no sigan engañando con el fraseo fácil
del “sentido común”
lo que desea el pueblo soberano
(mujeres hombres niños niñas niñes guaguas
migrantes y originarios de esta tierra)
lo que deseamos en la primera línea
de la primera página del primer artículo
de la Constitución
es Justicia y Dignidad,
con todos sus alcances.
Soledad Fariña, poeta