Porque poco a poco hemos ido perdiendo la capacidad de convertirnos en seres humanos
porque medirnos por el éxito, la productividad y el rendimiento personal, en un sistema sustentado en la sobrexplotación del otro, nos ha ido convirtiendo en una sociedad de mujeres y hombres solos
porque hemos ido perdiendo lo más preciado y hermoso de nosotros mismos: nuestros sueños, nuestra humana sensibilidad y nuestro espíritu creativo
porque aún somos pocos (pero somos) los que vibramos y nos conectamos con el canto de los pájaros, con el paso de las nube, o con la brisa magnética de las olas que impulsan las vibraciones del planeta agua.
Porque ahora que estamos viviendo un estallido social no dejemos pasar la oportunidad de crecer y cambiar, a pesar del peligro; porque juzgar la violencia desde una atalaya moral es negar el intento por comprenderla en su total complejidad
porque cuidar al otro es ante todo un imperativo ético.
Y porque cuidar las palabras, esas mismas palabras con que se escribieron el “Canto General”, “Tala” o “Altazor”; con el mismo cuidado deberemos escribir nuestra Nueva Constitución.
Porque un nuevo “estado de conciencia” se ha ido instalando en nuestro inconsciente colectivo, donde la vida humana y no humana convivan en el dominio de las coexistencias.
Porque algo nuevo ha emergiendo, y como su nombre lo indica, viene desde abajo, reunámonos para acompañarnos por una poética de la dignidad.
Sebastián de la Fuente C.