Fernando Balcells
¡Que nadie se quede en su casa!
Que salgan todas. Que se reúnan las amigas, que canten con sus voces raspadas y sus alegrías desmedidas. Que todo se vuelque afuera. Que sean las calles y la amistad las que ocupen el interior caldeado de sus cuerpos. Que las rondas se multipliquen en todos los ritmos y en todas las edades. Afuera la tristeza por un día, que las rondas si son buenas, no hacen daño ni dan penas y que acaban por reír.
¡Que salgan todas y todos a celebrar la vida!
Preparen las cucharas, dejen el mantel tirado y la mesa puesta. Que nadie se pierda esta cazuela. Saquen a lucir sus mejores pilchas. Nada sobrio y nada austero. ¡Que no se note pobreza! Pónganse su blusa roja, su pañuelo verde o violeta y su chomba con brillos. Guárdense el rouge, el lápiz de pasta y otra máscara en la cartera. Tomen del brazo a la vecina y que no quede vieja cuidando la vereda.
¡Que vibre el pavimento y que tiemblen las rodillas en el gozo de la marcha!
¡Que se levanten los enfermos y se den vuelta en su tumba los muertos! Que ningún espíritu se quede quieto, que se abran los cielos y que nos acompañen los desaparecidos, los hijos de los que hemos perdido, sus nietos y sus tíos, en una reunión de los amores de todos los tiempos.
Al atardecer descansemos de las mentiras leyéndonos cuentos infantiles, cantando las rondas y creyendo, con la firmeza de la fábula, que nosotras y todos nos haremos cargo de nuestras vidas. Que la fuerza de los votos se haga abrumadora y de tan inmensa la furia contenida se deshaga como sentimiento y permanezca la prohibición de la prepotencia y del abuso.
Que nadie lo ignore. ¡Que todos sepan que este es el día!